Dejo
a mis espaldas:
tenue llovizna y
alguna que otra
memoria perdida
entre calles que
sintieron deambular
mis suelas
hacia cualquier parte.
Dejo el rocìo.
Entre tinieblas.
Voy hacia el rocìo.
A toda esa suavidad
que vierte
mundos
para mì sola
y me los echa
sobre las espaldas
como abrigo manso.
Susurrando amores
desde las estrellas.
Delante mìo
un crepúsculo cargado
de enrojecidas
vísperas y alguna
que otra sombra
presagiando
diálogos constelados
y noches errabundas,
recibe mis pasos
cautelosos
buscando el lucero
necesario.
Ese que espero
de hace tanto. . .
Tanto . . .
©2005